Tras dos años cerrado, el Café Comercial acaba de reabrir sus puertas. La cafetería más antigua de Madrid se ha renovado por completo y aspira a volver a ser el café de referencia de la capital
El Café Comercial, ese que ocupa una de las esquinas de la Glorieta de Bilbao, ha vuelto a abrir sus puertas. Cerró en 2015 tras 128 años sirviendo cafés a una clientela variada, con muchos parroquianos fieles (y muchos de paso también). Sus mesitas y veladores fueron testigos de los cambios de rumbo político, artístico y literario del país –escritores e intelectuales dieron fama a sus tertulias-, pero también de los cambios en la educación sentimental: en torno a un café con churros se arrullaron infinidad de parejas en los tiempos oscuros y ya después sus hijos se citaron a sus puertas para emprender la marcha Fuencarral abajo rumbo a Malasaña, Chueca y otros barrios de mal vivir.
La reforma ha sido absoluta, pero respetando, claro está, todos los elementos protegidos por Patrimonio y aquellos otros que, restaurados, podían servir para conservar la esencia: barra, lámparas, columnas, maderas de los espejos, mármoles… (El estudio Rehabilitar se ha hecho cargo de las obras y el interiorismo corre a cargo de Madrid in Love Studio). A su favor juegan, indudablemente, estos vientos ‘vintage’ que nos han hecho volver a valorar el baúl de los recuerdos y la estética del ayer.
Tenemos en este nuevo Café Comercial tres zonas diferenciadas: barra y comedor en la planta baja y una planta primera -que antes ocuparan los abueletes jugando a las cartas- que puede servir para cualquier cosa, hasta para continuar con el espíritu cultural de antaño. Junto a tapizados, visillos, grandes espejos y tapices estampados hay también curiosos mensajes (‘Bibir es beber con los que viven’ , ‘Vivir es un asunto personal’, ‘Para ser hay que estar’) y un rincón, en la zona más próxima a los baños, convertido en escaparate del pasado con aquellos objetos de uso cotidiano que acompañaron las rutinas de las distintas generaciones que llenaron el local.
Y hay que hablar de un cambio: si antes la licencia era de café bar, ahora lo es de café restaurante. Hay una propuesta culinaria firmada por Pepe Roch, asesor gastronómico del Grupo El Escondite y socio en el proyecto. Dos cartas diferentes -una para barra, otra para comedor- y una idea, la de trabajar los sabores castizos en cinco direcciones: ‘Raciones de taberna’ (con, por ejemplo, albondiguillas de buey en salsa con azafrán); ‘Madrid en ascuas… josper!’, con carnes de La Finca; ‘Al horno’; ‘La lonja Mercamadrid’ con los pescados más frescos del día y ‘Clásicos castizos’, con los inevitables callos de morro.
Y bien, esto no es sino una muy somera aproximación al nuevo Café Comercial. Aunque los juicios quedan a criterio del cliente de ayer y del de hoy, diré mi opinión: no es lo que era, es cierto, pero seguramente está bien que sea así. Pensemos en el manido ‘renovarse o morir’: en este caso, el café ya había muerto. La renovación le ha hecho resucitar y de ese tránsito ha salido libre de caspa y con ganas de dar asilo y cafés cien años más.