Sabores que guían el paso
En el Camino de Santiago hay pasos que se cuentan… y otros que se saborean. La gastronomía jacobea entre el Bierzo y Galicia es un mapa comestible que transforma al peregrino en comensal. Desde las castañas bercianas hasta el licor de Portomarín, cada parada tiene un sabor, una historia y una emoción.

El Bierzo: tierra de botillo, miel y trucha
En El Bierzo, el peregrino se encuentra con un festín natural: botillo cocido con berza, queso de cabra de Ambasmestas, cachelos, trucha del Valcarce y miel oscura. En Camponaraya, el Magosto celebra esta herencia con castañas asadas, bollo preñao y vino local. Aquí, la cocina no es solo sustento, es identidad.
Galicia: quesos, dulces y pulpo
Galicia recibe al viajero con sus altares lácteos: el queso de Arzúa-Ulloa —sedoso, ácido y envolvente— y el Queso do Cebreiro, que ya enamoraba a monjes y reyes. En Melide, los melindres y los ricos endulzan el camino. Y en Paradela, el pulpo “á feira” se sirve como liturgia.

Comer, beber… y quedarse
En Sarria, el cerdo celta alcanza su apogeo en cocidos y jamones. En Portomarín, la tarta de almendra y el aguardiente conectan con la tradición ritual. En Samos, los bizcochos del monasterio aún saben a siglos, y en O Pino, el gallo piñeiro recuerda la antigua nobleza del paladar celta.
En el Camino también se peregrina con el tenedor. Cada etapa guarda un bocado que emociona y un aroma que se queda contigo más allá del camino.
Toda la info : www.caminofrances.org

El Camino también se saborea
La gastronomía jacobea entre el Bierzo y Galicia no es solo un acompañamiento del viaje: es una forma de sentir el Camino. Cada receta, cada ingrediente local y cada tradición culinaria construyen un relato propio que enriquece la experiencia del peregrino. Comer aquí es una forma de mirar el paisaje, entender la historia y dejarse llevar por la emoción de los sabores. Porque, cuando el cuerpo camina y el alma se alimenta, el viaje se convierte en recuerdo.